Pasó Noche Buena y estamos transitando por la calma en el día de Navidad. Pero las primeras horas del 25 e inclusive las últimas del 24 se pudo escuchar el estruendo a través de la utilización de fuegos artificiales explosivos en la Comarca. No alcanzó con difundir una ley prohibitiva ni con apelar a la conciencia a través de la empatía. Una vez más el individualismo e insensibilidad se impusieron en las fiestas que conmemoran el nacimiento de Jesús.
“Mi hijo con autismo con crisis”, gracias por la empatía se pude leer en un posteo realizado en redes sociales por Víctor, en su cuenta de trabajo de gasista matriculado. Fue una reflexión de medianoche de un padre desbordado por la impotencia al ver que muchas personas celebraron la Noche Buena, utilizando pirotecnia de estruendo a pesar de estar prohibida en la Comarca.
O el caso de Nair quien tuvo que darle las gotas de dormir para perros a su perrito Leo, porque estaba enloquecido con los estruendos. “No le di antes de las 00 horas porque no pensé que iban a tirar pirotecnias ruidosas”, reflexionó, pero la realidad es que en muchos barrios de la Comarca se escucharon estruendos antes de la medianoche.
María Alejandra contó que junto a su hijo Octavio tuvo que buscar refugió en el balneario El Cóndor, donde el impacto del estruendo no fue tan fuerte como en la Comarca al parecer. “Escapando de la crueldad de quienes no sienten con el corazón”, reflexionó.
Podría poner cientos de testimonios en este artículo que pretende abordar no solo la falta de eficacia en las leyes prohibitivas que claramente no funcionan para el objetivo que fueron creadas que es que no se utilice pirotecnia de estruendo no solo en épocas festivas, sino también en eventos deportivos, aunque varios clubes también poco o casi nada de caso hacen y tiran estruendo.
Evidentemente tampoco sirve de mucho pedir empatía a esa parte de la sociedad que poco le importa el sufrimiento de niños con autismo o la desesperación de las mascotas que sufren por tener una capacidad auditiva mayor a la del ser humano y los estruendos realmente les hacen sufrir. No tiene sentido apuntar a la conciencia de esas personas porque al parecer no la quieren poner en práctica para esta causa.
Entonces, lo que queda es preguntarnos cómo afrontamos este desafío para que no se utilice pirotecnia de estruendo nunca más. Cómo generamos esa conciencia que no llega ni con campañas preventivas, ni con leyes prohibitivas que no funcionan. Cómo se le hace entender a una gran parte de la sociedad que mientras ellos celebran unos minutos con bombazos explosivos de colores, hay niños que parece que viven en una guerra y sufren ataques en brazos de sus padres.
Realmente es un tema que llama al desafío para que autoridades se pregunten cómo regular y la sociedad en su conjunto sobre todo quienes, si entendieron y aplicaron la empatía, busque esa alternativa que apele a la conciencia general.
Por Alejandro Azaroff